Vecino del barrio La Merced…

«Despojo de un Sueño»

 

En México, el mundo de las artesanías es tan vasto que, en la mayoría de las ocasiones, rastrear los orígenes de una creación particular resulta un trabajo complicado. Con una tradición de gran calibre, que abarca desde las creaciones de los pueblos originarios hasta el día de hoy, el número de artesanos y artesanías es quizá más grande que la misma historia del país.

 

Un ejemplo es la cartonería, que constituye un oficio tan tradicional como antiguo y muchos relacionan con la época virreinal. Con materiales fáciles de conseguir y con una versatilidad para crear todo tipo de figuras, los cartoneros elaboran desde catrinas y máscaras, hasta juguetes y diseños decorativos, cualquier cosa que permita la imaginación.

 

Dentro de este gran universo, una de las creaciones que ha trascendido por sus colores vibrantes y formas extrañas son los Alebrijes. Creados en 1936 por el cartonero y artista Pedro Linares López, estos inusuales seres forman parte del imaginario colectivo y suelen asociarse a diferentes creencias populares.

 

Pedro Linares, fue un artesano del barrio La Merced, nacido un 29 de junio del año 1906, que comenzó su oficio en la Academia de San Carlos. Linares trabajó elaborando todo tipo de figuras de cartón para los estudiantes y profesores, convirtiéndose en un dedicado artista que podía crear todo tipo de formas y personajes.

 

La historia cuenta que fue en el año 1936 cuando estando inconsciente a causa de una terrible enfermedad que lo mandó al hospital, Pedro Linares «vio a los alebrijes» encontrándose en medio de un bosque colmado de serenidad, con un ambiente donde reverberaban los ruidos de animales y el sonido de la naturaleza, es en este espacio sereno cuando súbitamente, el ambiente que lo rodeaba lo despojo de la tranquilidad y comenzó a transformarse en extrañas figuras que jamás había visto antes, como pistoleros y disparos de formas llegaron frente a él.

 

Entre las figuras que él mismo Linares relata haber soñado, se encuentran un burro alado, un gallo con los cuernos de un toro y un león con cabeza de perro. Si bien, quizá estos animales fueron productos de un delirio por la enfermedad que padecía, en su historia Linares destaca que además de lo inusual de su aspecto lo que más lo hechizó fue que todas las criaturas cantaban al unísono: ¡Alebrijes, alebrijes, alebrijes!

 

Cuando finalmente Pedro se recuperó de su enfermedad, le contó a su familia el extraño sueño que tuvo y comenzó a darle vida a los singulares seres que se le aparecieron. A partir de ese momento, los alebrijes se convirtieron en un personaje de una ilusión a una de las formas de arte más representativas de México.

 

Así, las primeras versiones que realizó de los alebrijes fueron elaborados con materiales como el engrudo, el papel y el cartón. Gracias a la experiencia previa en su oficio, Linares logró convertir a los alebrijes en objetos vivientes con materiales sencillos, pero con un extremo grado de laboriosidad y creatividad.

 

Aunque originalmente fueron concebidos en la Ciudad de México, el auge de los alebrijes fue tal que se convirtió en una de las artesanías más elaboradas en el país. Dicho fenómeno alcanzó nuevas dimensiones en el estado sureño de Oaxaca al rededor de 1980, incorporando la tradicional técnica de Linares con el trabajo de los artesanos oaxaqueños.

 

Cambiando la elaboración original de cartón por madera de copal, en Oaxaca existen pueblos como San Martín Tilcajete y San Antonio Arrazola que se dedican exclusivamente al desarrollo de alebrijes. Los artesanos de la región comenzaron a incorporar diseños más estilizados y elaborados transformando a los alebrijes de una tradición de la Ciudad de México, a una práctica artesanal que se hereda de generación a generación.

 

Si bien los alebrijes son personajes sin una temporalidad específica, hay quienes incluso suelen asociarlos al Día de Muertos por considerarlos guías espirituales y seres místicos que acompañan a las personas a cruzar al otro mundo.

 

Por otro lado, los artistas oaxaqueños suelen relacionar a los alebrijes con la figura del nahual, un ser mitológico que en las culturas mesoamericanas se entendía a través de dos perspectivas. La primera considera al nahual como una especie de brujo con la habilidad de transformarse en un animal o elemento natural, mientras que la segunda alude al nahual como una conexión espiritual entre una persona y un animal, la cual sirve como protector o guía.

 

Independientemente de su naturaleza, los alebrijes se han convertido en una figura con un poder simbólico tan fuerte que además de los fines decorativos y artísticos que suelen acompañarlos, existe también un misticismo alrededor de estas criaturas.

 

A pesar de haber sido una extraña pesadilla, el sueño de Pedro Linares terminó por cambiar el rumbo de la artesanía en México y le valió uno de los premios más importantes del gobierno mexicano a los artesanos, el Premio Nacional de Ciencias y Artes en la categoría Artes y Tradiciones Populares.

 

De su historia podemos aprender que incluso de algo tan desconcertante como una pesadilla producto de una terrible enfermedad, pueden resultar ideas trascendentales que transformen el imaginario colectivo de todo un país. Como Pedro Linares, solo queda seguir soñando y esperar que quizá en una de esas noches llegue a nosotros una visión estremecedora que nos haga dejar una huella, presente en cada rincón del mundo…

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