Ballenas, mamíferos de gran calibre

«Libre»

 

La contribución de las ballenas a la productividad de los océanos y a mitigar el calentamiento global es un argumento fundamental para lograr el fin de su cacería y aumentar las medidas para protegerlas de las amenazas y atentados que enfrentan en los océanos.

 

Las ballenas son los animales más grandes que jamás hayan existido. Pertenecen a un grupo de mamíferos marinos conocidos como cetáceos. No son peces porque tienen sangre caliente, respiran aire a través de pulmones y dan a luz a crías vivas que se alimentan de leche materna.

 

Tienen un oído excelente y son dos o tres veces más eficientes que los mamíferos terrestres para utilizar el oxígeno del aire que respiran. Las ballenas tienen cajas torácicas colapsables que las ayudan cuando se sumergen a profundidad. Además, poseen una capa de grasa muy gruesa que las aísla para protegerlas del frío.

 

Los científicos creen que las ballenas evolucionaron de mamíferos terrestres de cuatro patas. Ahora, están perfectamente adaptadas a una vida submarina. Tienen un cuerpo aerodinámico y han perdido casi todo el pelo externo para evitar la fricción y mejorar el deslizamiento por el agua y sus extremidades se transformaron en aletas.

 

Existen dos tipos principales de ballenas: las dentadas (como el cachalote y la orca) y las barbadas (como la ballena jorobada y la azul).

 

Antiguamente, cazar una ballena garantizaba la subsistencia de una comunidad, no era un atentado. Los métodos de cacería iniciales eran muy sencillos y casi no cambiaron durante 300 años. Este tipo de cacería no amenazaba a las especies, la cacería masiva comenzó en el siglo XVII. Los modernos métodos de captura pusieron a varias especies de ballenas en peligro de extinción en los siglos XIX y XX.

 

Desde fines del siglo XIX los avances alcanzados en la navegación, particularmente en la propulsión y autonomía de las embarcaciones, provocaron que la industrialización ballenera llegara a altamar. De esta manera, la antigua cacería costera de diversos países se dirigía a los lugares más remotos del planeta en busca de los grandes cetáceos, haciendo disparos certeros para su captura.

 

En el siglo XX, el uso de la tecnología y el aumento de la demanda superaron el límite sostenible por las ballenas, poniendo en riesgo a sus poblaciones.

 

Por esto! la captura de estos cetáceos está prohibida desde 1986, cuando entró en vigencia una moratoria mundial sobre la caza de ballenas. Sin embargo, Japón, Islandia y Noruega continuaron capturándolas a través de un falso programa científico. El comercio que se desarrolló fue exclusivamente de la caza que provenía de “pesca científica”, por lo que, en estricto rigor, fue ilegal.

 

La Comisión Ballenera Internacional (CBI) fue establecida en 1946 para regular la caza de ballenas, en un contexto en el que esta actividad era considerada una industria legítima por cualquier vecino. Pero con el correr de las décadas, las poblaciones fueron llevadas al colapso, la presión pública fue en aumento y la ciencia ponía en evidencia el daño irreversible que se estaba causando. El creciente número de países con políticas a favor de proteger a las ballenas generaron los votos necesarios para dar un paso fundamental: la aprobación de la moratoria global sobre la caza comercial de ballenas. Esto sucedió el 23 de julio de 1982 y entró en vigor en 1986. Desde entonces, cero es el límite para capturas comerciales para todas las poblaciones y especies de ballenas.

 

«Atentado contra la Gravedad»

 

El trabajo de Greenpeace por ejemplo, ha sido fundamental para frenar la matanza de ballenas.

 

«Comenzamos esta histórica campaña en 1975 debido a que las poblaciones de ballenas se encontraban en una situación muy crítica después de casi tres siglos de cacería comercial, y más de medio siglo de caza industrial descontrolada». Greenpeace

 

A pesar de los grandes logros, Noruega e Islandia continuaron cazando en sus aguas territoriales y Japón encontró un artilugio mediante la figura de la “caza científica” que le permitió matar miles de ballenas en aguas internacionales, alegando realizar investigaciones, aunque gran parte de la carne terminaba en el mercado.

 

En 2014, la Corte Internacional de Justicia dictaminó que el programa japonés en el Océano Austral no tenía fines científicos genuinos y que violaba el espíritu del tratado internacional. Fue un fallo histórico, que dejó en evidencia el uso fraudulento de la ciencia como excusa para sostener una actividad comercial.

 

Hoy no hay duda que las ballenas valen más vivas que muertas. Su rol ecológico es central: fertilizan los océanos, distribuyen nutrientes, ayudan a capturar carbono y sostienen ecosistemas marinos enteros. El turismo de avistaje responsable no es solo una actividad económica, es una experiencia transformadora.

 

Aunque la caza comercial se redujo desde la moratoria, las amenazas a las ballenas no han desaparecido, sino que se han multiplicado y complejizado: Colisiones con embarcaciones, enmallamientos con redes de pesca, contaminación por plásticos y microplásticos, ruido submarino, crisis climática, expansión de actividades industriales en hábitats críticos. Hoy, el desafío no es solo evitar que las ballenas mueran, es asegurar que puedan vivir bien.

 

Por esto! es importante que cada 23 de julio no sea solo una fecha simbólica, pues «el Día de las Ballenas y Delfines» debe ser una conmemoración activa. Un recordatorio de que la lucha por la conservación no terminó con la moratoria y de que el futuro de las ballenas aún no está asegurado, es la suma de todos los esfuerzos y todas las voces… seamos parte de la acción.

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